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El parvovirus contraataca

 

 

El Parvovirus Canino (CPV) o “parvo”, es una enfermedad vírica infecciosa altamente contagiosa entre perros. Recientemente hemos tenido en la clínica varios casos que se salen de la norma: perros que, estando correctamente vacunados y desparasitados, contraen la enfermedad entre los 4 y 10 meses de vida. Como todos los virus el CPV tiene alta capacidad de mutar, y posiblemente tengamos en el entorno una cepa nueva que sólo es contrarrestada parcialmente por la inmunidad vacunal. No se trata de una zoonosis, así que el hombre no la puede contraer.

Este virus fue identificado en 1978, y desde entonces se han descubierto sucesivas variaciones mutantes. Suele afectar sobre todo a los perros menores de 5 meses, en proceso de vacunación o que no han sido vacunados. Otros cánidos, como el lobo, el zorro o el coyote, también son susceptibles al parvovirus.

 

 

Puede llegar a ser mortal si no se trata a tiempo con ayuda médica, y se diagnostica fácilmente en la clínica veterinaria mediante análisis laboratorial.

Se caracteriza por afectar al tracto gastrointestinal, órganos linfoides y, en algunos casos esporádicos, al músculo cardíaco. Esto ocurre debido al modo de actuación de este virus en el organismo canino: penetra por fosas nasales o boca, y una vez dentro se va distribuyendo por los diferentes órganos del cuerpo, llegando a transformarse en una enfermedad sistémica. Pasados de 3 a 12 días, el animal infectado elimina grandes cantidades del virus en sus heces (comúnmente diarreas hemorrágicas). 

 

El virus es muy resistente en el ambiente, pudiendo sobrevivir en él en condiciones extremas de calor, frío, humedad o sequedad y, además, también tiene una fuerte resistencia a los antisépticos. Debido a esto puede contaminar durante mucho tiempo recipientes de comida y agua, enseres como el collares y correas, superficie de perreras, etc.; de ahí la importancia de controlar la higiene del perro y de las zonas por las que éste pasea, come y juega. Además, las personas también podemos llevar el virus de un lugar a otro en nuestros zapatos.

 

En el caso de los cachorros la alta susceptibilidad es debida a que la inmunidad que reciben de manera natural, a través de la leche materna, suele disminuir antes de que su sistema inmune pueda combatir la infección por sí solo. Esto supone que es probable que un cachorro expuesto a la CPV durante el intervalo de protección mínima contraiga el virus. También puede ocurrir que aunque el perro haya sido vacunado en sus primeras semanas contraiga el virus al ser adulto; esto sucede porque la vacuna que se le administró siendo cachorro no mantiene la eficacia con el paso de los años, por ello es tan necesario repetir las vacunas anualmente para protegerlos.

 

 

Los síntomas del parvovirus no se manifiestan en el momento del contagio, sino que suelen tardar entre tres y cuatro días en hacerlo. Los síntomas más evidentes son: pérdida de apetito y vómitos, somnolencia, depresión y diarreas que casi siempre se tornan hemorrágicas. En el caso de los cachorros infectados en el útero puede aparecer miocarditis. Debido a que el perro pierde el apetito, vomita y tiene diarreas padecerá una severa deshidratación, por lo que entre las 48 y 72 horas posteriores al inicio de los síntomas la gran mayoría mueren si no reciben el tratamiento adecuado.

 

Este tratamiento no es específico (es de sostén), y frecuentemente hospitalario. Fluidoterapia, administración de medicación intravenosa, antibióticos de amplio espectro para evitar infecciones secundarias, mantenimiento de la presión oncótica y arterial de la sangre, transfusiones, antieméticos y quelantes de toxinas intestinales, etc. La mejor solución para poder prevenir fácilmente la parvovirosis es seguir estrictamente el programa de vacunación y desparasitación descrito por la clínica veterinaria, mantener una correcta higiene del cachorro así como de su entorno, y no olvidarse de las revacunaciones anuales de adulto.

 

 

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